Los Primeros Pasos


por Rolando Toro Araneda.
Trato de recordar los primeros momentos de la Biodanza en el pasado, los antiguos gestos, los encuentros con amigos en el frenesí de la música. Al inicio Biodanza fue apareciendo sigilosamente en mi vida. Lentamente tomó fuerza, despertó el interés de las personas, suscitó cambios sorprendentes en algunos participantes y sobre todo creo sentimiento de epifanía y esperanza en la vida.
La Biodanza ha nacido de mi experiencia personal y pronto me di cuenta que su estructura podía fundamentarse en las ciencias que atañen a la vida, en particular a la biología. Fueron muchas las fuerzas que se manifestaron dentro de mí para conducirme finalmente a idear esta conjugación de arte, ciencia y amor.
Se agitaban en mi experiencias paradojales con características a veces maravillosas y otras terroríficas. La Segunda Guerra Mundial mostró que el hombre puede alcanzar niveles de perversidad inconcebibles; el Holocausto de
millones de personas bajo el régimen nazi, las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, eran acontecimientos
que revelaban hasta qué punto podía llegar la degradación del género humano. La crisis de la cultura occidental era
ostensiva.
Por otra parte, había vivido experiencias de amor y de éxtasis en una dimensión misteriosa y maravillosa del mundo.
Había tenido hijos, había entrado en contacto con los primeros grupos que se ocupaban de la ecología. Ante el abismo creado por las contradicciones humanas sentía el deseo de acceder al paraíso, un paraíso que fuera compartido; no podía concebir una evolución solitaria. Quería encontrar las Fuentes del Amor Original. Todos han sentido hablar durante siglos del “amor al prójimo”, como la verdad más pura del cristianismo; yo creo que el amor debe incluir también la dimensión corporal, la dimensión activa, la caricia. Sentí en mi cuerpo a veces todas las manifestaciones del éxtasis, del erotismo, de la fraternidad, de la energía creadora y del ímpetu vital. Sentía la posibilidad del contacto puro con la realidad viva, a través del movimiento, los gestos, y la expresión de los
sentimientos. La música era el lenguaje universal, el único que todos podemos comprender en la Torre de Babel del mundo; la danza era la forma ideal para integrar cuerpo y alma, y podía comunicar a todos los participantes felicidad, ternura y fuerza. Y yo quise compartir todo esto con un gran número de personas.
Fue de este conjunto de experiencias y sensaciones que surgió el deseo de formar pequeños grupos para danzar, cantar y encontrarnos con la música. La Biodanza se dio así y continúa siendo un modo de convivencia con la belleza. La unidad afectiva se genera en el intercambio de energía íntima con los otros. En este proceso de aproximación el contacto es esencial.

(Fragmento de la introducción de Rolando Toro a su libro BIODANZA. Editorial Indigo|cuarto propio. Chile. 2007)

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